sábado, 17 de enero de 2015

Low Cost

Es período de rebajas, y encaro la renovación del vestuario de mi hija adolescente acudiendo presta a las tiendas de moda para contestar su necesidad de seguir las tendencias que le facilitan la integración en su grupo, tan necesaria a ciertas edades 

Limitada por una capacidad económica cada vez mas asfixiada, visitamos comercios que ofrecen  productos “low cost”. El gancho de los bajos precios en un momento de crisis como el actual ha puesto de moda este término. Pero, un análisis algo mas detallado, pone en solfa este concepto, preguntándome dónde se halla el beneficio y para quién.

Ser más baratos o hacer promociones no convierte a una empresa en una low cost real. Para que la cosa funcione y merezca la pena desde un punto de vista empresarial, los beneficios son intocables, y para ello, todo tipo de estrategias que nos quieren presentar como sostenibles (REPSOL), ecológicas o incluso, la exaltación de la capacidad del consumidor por involucrase en el "proceso creador", elevándole, de forma innecesaria, a protagonista de su propia vida (v. IKEA), como válidas y, "benefactoras".

Leo con esperanza, la predicción de la llegada del advenimiento del "capitalismo cooperativo", que pone enfásis en el beneficio generado en el reparto de las ganancias derivadas del emprendedor empresarial.  Sin embargo, los tiempos parecen muy lejanos, siendo la realidad que el único coste que resulta rebajado de los muchos que componen un determinado producto, es, el laboral.

Así se entiende la migración hacia los países del este de Asia y América Latina de la producción de muchos de los artículos que consumimos. Lleva mucho tiempo produciéndose y a pesar de que las empresas quieren enmascarar la realidad que estos trabajadores viven con la celebración de compromisos de comportamiento éticos (y la correspondiente campaña de marketing basada en criterios "modernos" de respeto hacia el medio ambiente y de acción social) , el incumplimiento de los mismos es contínua (*).  

Este tipo de conducta se ha instalado también entre nosotros: cada vez es mas frecuente que la rebaja en los costes se vea asumida por los trabajadores para que el margen en la ganancia no se altere. Estamos ante una nueva pauperización del elemento trabajo, componente esencial en el desarrollo personal, y que ya fue reconocido como tal en la primera encíclica social de la Iglesia Católica, la Rerum Novarum, en 1891. Este documento apuntaba al capitalismo como causa de la pobreza y degradación de muchos trabajadores, retomando el concepto de John Locke de que la apropiación excesiva era injusta. 

Tan injusto como tener que financiar el cambio de un vestuario no basado en el crecimiento físico, sino en la entrada de nuevas modas, en el fondo repetitivas, efímeras y escasamente innovadoras.


(*) para mas info : http://www.euroxpress.es/index.php/noticias/2014/6/26/la-union-europea-y-las-multinacionales-sabotean-el-tratado-de-ddhh/