Somos proyectos en continua búsqueda de conquistas que nos permitan alejar la hora cierta de la muerte Es esta la dimensión afectada por la enfermedad degenerativa del Alzheimer, si bien con una variante singular en la apreciación del tiempo que resta de una existencia. Bajo esta dolencia, el futuro se construye con la recreación del pasado. El tiempo deja de tener valor en sí mismo, para enrocarse en una plaza sin retorno.
Y es que el pasado y los recuerdos configuran al ser humano, tanto o más que la posibilidad de realizar planes. Somos seres que necesitamos construir, pero también erigirnos sobre lo edificado, apoyar nuestro pie en lo experimentado, en la constancia de que la vida solo es una y llegado el momento, convencernos de que no la hemos derrochado.
En los tiempos que nos ha tocado vivir, con un período de confinamiento y aislamiento social, el pasado de los afectos, áquel que nos soporta como seres humanos, se torna más urgente que nunca. El presente que vive un enfermo de Alzheimer ha surgido con una fuerza inusitada: nos hemos dado cuenta de que lo importante es vivir en plenitud, de la enorme fragilidad de nuestros proyectos, de la escasa estabilidad con la que cuentan nuestros pies.
Como bien dice Mario Alonso Puig, vivir es un asunto urgente.