jueves, 12 de junio de 2014

Comunicación (I)

Cuando comencé a escribir este blog, uno de los objetivos que me propuse cubrir fue el de reflexionar acerca del acto comunicativo. Por ello, hoy traigo a esta página la forma de correspondencia mas íntima y efectiva entre hombres y mujeres , por involucrar en ella lo mas nuestro, el propio cuerpo: la relación sexual. Y en concreto, las diferencias que existen en la pareja y que suelen desunir a la hora de establecer este tipo de diálogo.

Los hombres fueron diseñados para esparcir el mayor número de simiente (del latín semen, seminis, semilla). De hecho, la llamada alergia al pólen está provocada por la diseminación de las células masculinas del aparato reproductor de las plantas con flor. Partículas de tamaño microscópico, livianas y secas, aptas para diseminarse con las corrientes de aire.

Por el contrario, las mujeres albergan el fruto de la reproducción, lo que significa no solo la selección del macho mas apropiado, sino una economía del ahorro para preservar el buen término de la misma.

El acto sexual también recoge esta diferencia. Dado que la mujer solo podría ser inseminada una vez cada nueve meses, podemos decir que la velocidad de su orgasmo busca involucrar todo su cuerpo para no perder detalle de algo que podría no acontecer otra vez en un largo período de tiempo. Por otro lado, el hombre persigue que la mujer alcance el clímax para aumentar su autoestima o por temor a que ella no quiera volver a mantener relaciones sexuales. Y traslada su biología masculina al cuerpo de la mujer, buscando básicamente dos tipos de orgasmos: el clitoriano y el vaginal, cuando la realidad es que la mujer muestra recepción en todo su cuerpo. Se habla poco del orgasmo que puede tener su nacimiento en los senos, en un masaje en los pies (la piel es el primer órgano sexual y el mas extenso) o en el único contacto de la boca.

Para que una mujer pueda llegar a alcanzarlos, la única regla que se establece es la de la comunicación. Hay que lograr desembarazarse de la imagen que se está proyectando en ese preciso momento para llegar a un mayor goce en la ocasión.

Con el transcurso de la edad, el hombre acaba dándose cuenta de la fugacidad de su reacción sexual y de la necesidad de prolongar el momento del estallido de su esperma. Podemos encontrar recogida esta realidad en la historia china, o mejor, en su parte más privada: tratados medicinales que llegaban a explicar de forma técnica las prácticas sexuales y contención de la eyaculación (*).

Soy consciente de que son muchos los aspectos que quedan sin hablarse. Prometo hacerlo en otras entradas.

Buen fin de semana.



(*) R.H.Van Gulik. LA VIDA SEXUAL EN LA ANTIGUA CHINA. Editorial: Siruela

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