El
Romanticismo es un movimiento cultural que se origina en Alemania y Reino Unido
a finales del siglo XVIII, basado en el sentimiento y la emoción como una
reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el
Neoclasicismo. Fue protagonizado por las clases burguesas y se caracterizó por
el auge de los nacionalismos, en clara consonancia con la reivindicación del individuo como actor de
la historia.
En España, el
Romanticismo triunfa con el estreno de la obra teatral del Duque de Rivas, El desengaño de un sueño, en la que
pone de manifiesto como la ambición excesiva y la consecución de lo perseguido
produce monstruos al más puro estilo goyesco.
Esta acotación
histórica viene al caso del nacionalismo catalán, con cimientos en esos mismos
sentimientos y emoción como producto netamente desfasado en un siglo XXI. La
idea que en su momento se rebeló como revolucionaria, aparece hoy como vieja,
estando su rebeldía en su oposición a entender la dinámica del tiempo que les
ha tocado lidiar.
Si avanzamos en los
paralelismos, observamos como la principal impulsora del movimiento patriota
catalán es la clase burguesa, con una variante frente a aquélla del siglo XVIII, la instalación en el
aparato Estado (espero que a estas alturas del cuento, la que se apoya en la industria
se haya dado cuenta del grave error que supone salir de una esfera regulada en
la libertad de comercio) alejada en la realidad de lo que supone salir en el
día a día y que por tanto, califica a la aspiración de elitista.
La pretensión de
entrar en la historia y realizar así un hito merecedor de ser publicado negro
sobre blanco es innegable, y no de una
forma cualquiera, sino a través de nombres y apellidos, superponiendo la
voluntad del pueblo catalán a un protagonismo encariñado con la idea de
eternidad, llenando de sospecha todo el proceso cismático.
Los que somos padres
sabemos que cuando queremos aflojar la tensión sobre un problema ofrecemos un
placebo al niño para que desvíe la preocupación. De la misma
forma están actuando las personas interesadas en el proceso independentista:
ofrecen la idea de independencia para así poder ocultar el robo que han
realizado en las cuentas públicas durante cerca de 40 años.
Lisardo cae en
la realidad cuando se enfrenta a las mas que posibles consecuencias de sus
aspiraciones poco realistas. En aquella ocasión, el ejercicio se resuelve en un
sueño y las consecuencias son inocuas. En ésta, se hallan en juego la vida de
un pueblo con consecuencias prácticas para su vida diaria.
Y así tenía una caja de hierro, toda agujereada como
salvadera, abríala y metía un pedazo de tocino en ella que la llenase y
tornábala a cerrar y metíala colgando de un cordel en la olla para que le diese
algún zumo por los agujeros y quedase para otro día el tocino. Parecióle
después que en esto se gastaba mucho y dio en sólo asomar el tocino a la olla.
Dábase la olla por entendida del tocino y nosotros comíamos algunas sospechas
del pernil.
MIGUEL DE CERVANTES.