Bajo este nombre se evoca el Motín del Té
de Boston a finales del siglo XVIII que protestaba por la aprobación de
impuestos al té, dado que los implicados en su comercio no contaban con
representación en el parlamento británico. Actualmente bajo esta denominación
encontramos un movimiento político que defiende la vuelta a los orígenes
constitucionales de los Estados Unidos, tiempos
marcados por la defensa de una mínima intervención del Estado en las cuestiones individuales. Entre estos asuntos, y siempre enfocando con una lupa mediatizada
por el espíritu puritano (**) que fundó este país, se halla la sempiterna discusión
acerca de la legitimidad del Estado para recaudar y el uso que pueda producirse de tales
caudales.
Nuestro entorno no discute la necesaria intervención de la esfera pública en los asuntos particulares, derivada esta de la dimensión del Derecho como contrato social y regulador de toda actividad, pero sí el grado de participación en los mismos.
Nuestro entorno no discute la necesaria intervención de la esfera pública en los asuntos particulares, derivada esta de la dimensión del Derecho como contrato social y regulador de toda actividad, pero sí el grado de participación en los mismos.
Llegados
a este punto de la disertación, sí podemos preguntarnos si este
movimiento podría tomar carta de naturaleza en una sociedad como la nuestra, europea
y mediterránea, caracterizada además del Imperio de la Ley, por el desarrollo de un Estado al que se le
presupone pretensiones benefactoras. Si el liberalismo económico podría sobrevivir frente a las demandas democráticas que se exponen en los diversos ordenamientos
jurídicos que regulan la convivencia en nuestro continente.
Expuesta esta realidad, la alternativa pasa por recortar el gasto que el Estado reparte entre todos los ciudadanos racionalizando su funcionamiento: desmontar administraciones paralelas; erradicar privilegios fiscales que no solo dañan la idea de igualdad de todos los ciudadanos (en el caso español, evocar de una vez por todas el art.14.1 CE), sino que son un atentado para la redistribución justa del recurso; evitar la desviación de este último bajo corruptelas que alientan el enriquecimiento de unos pocos a costa de otros; desarrollar políticas basadas en el bien común y no en el particular; mejorar el necesario liberalismo político que separa las tres funciones que ejerce con monopolio el Estado para procurar una conducción correcta de las materias; publicar las cuentas de todos para poder conocer el fruto de nuestros impuestos.
Expuesta esta realidad, la alternativa pasa por recortar el gasto que el Estado reparte entre todos los ciudadanos racionalizando su funcionamiento: desmontar administraciones paralelas; erradicar privilegios fiscales que no solo dañan la idea de igualdad de todos los ciudadanos (en el caso español, evocar de una vez por todas el art.14.1 CE), sino que son un atentado para la redistribución justa del recurso; evitar la desviación de este último bajo corruptelas que alientan el enriquecimiento de unos pocos a costa de otros; desarrollar políticas basadas en el bien común y no en el particular; mejorar el necesario liberalismo político que separa las tres funciones que ejerce con monopolio el Estado para procurar una conducción correcta de las materias; publicar las cuentas de todos para poder conocer el fruto de nuestros impuestos.
Dada
la composición humana de los gobiernos, podemos esperar que no sean perfectos, pero
bajo la circunstancia de una crisis económica, deben al menos, ser
prácticos.
(*) entrada dedicada al ClubdelosViernes.org, que tuvo a bien invitarme a escuchar mis opiniones.
(*) entrada dedicada al ClubdelosViernes.org, que tuvo a bien invitarme a escuchar mis opiniones.
(**)
http://dianoia.filosoficas.unam.mx/files/9713/7021/0947/DIA55_Zea.pdf