El Estado del Bienestar, con su vocación de protección hacia el ciudadano a lo largo de su vida presenta una base distributiva que se distancia de ley del beneficio propia del capitalismo, sistema económico en el que se sustenta y del que se alimenta.
Un Estado del Bienestar vive de las recaudaciones fiscales que obtiene de los ciudadanos. Si seguimos dando como bueno el criterio nivelador que propone, el que mayor beneficio obtiene debe ser el que aporte mas a la caja, y ello pasando por encima de la legitima reclamación del esfuerzo en la inversión para producir riqueza. A su vez, también resulta lícito, compensar a los emprendedores con ventajas fiscales que les ayuden a seguir promoviendo riqueza que pueda ser redistribuida con posterioridad. La ecuación parece sencilla, si no existiera el mercado con sus leyes despiadadamente crueles que lejos de nivelar provoca que los extremos estén cada vez más alejados.
Para recomponerla, es el Parlamento Nacional quien con la aprobación de directrices correctoras, debe minimizar ese distanciamiento entre vecinos, actuando como regulador del mercado, tal y como lo pudiera hacer la ley de la oferta y la demanda. Cuando este deja de actuar como árbitro de la situación, resulta permitido cuestionarse la vigencia de la institución.
Esta es la razón principal argumentada por los movimientos extremistas para el desmantelamiento del Estado, y que hasta a cualquier lector algo sensible, le pueden resultar del todo razonables, sino fuera porque las alternativas que existen no aseguran la supervivencia de ciertos valores fundamentales (libertad, supremacía del Derecho,..) que tenemos por establecidos y conquistados.
Una vez mas, todo depende del enfoque. Como bien señala Carlos Tapia, “Los términos izquierda y derecha no están desfasados (…) sirven para explicar una aproximación a la realidad”.
Buen inicio de semana.