miércoles, 30 de julio de 2014

Comunicación (II)

Para Jose Mª

Luchó con todas sus fuerzas para no enamorarse,  pero el ardor de su boca fue mas potente. Cuando se aproximaban, se descolocaba la lujuria, el mundo y el tiempo se demoraban en su movimiento, se desaceleraban los minutos, todo un motín de sentimientos se exhibían sin ningún recato. Los dos desbordaban sensualidad.

Él siempre aportaba fresas con chocolate, "una merienda dulce" decía. Ella agradecía ese detalle que sumaba un ritual en la aproximación de los cuerpos, de sus labios bailando en el mismo compás, recogiendo las lenguas invasoras, en la misma armonía de colores cálidos, en un regusto que nacía ya desde las gargantas y se renovaba en cada caricia buscando avanzar en la conquista del otro. Chuparse los lóbulos de las orejas, enredar las manos en el pelo del otro, introducir los dedos en la boca. Bajar por el cuello,...

Desabrocharse mutuamente, lentamente, recreándose en botones y cremalleras en etiqueta reglada para demorar la llegada del fin; mirarse a los ojos, intuyendo lo que las manos iban ocupando sin parada establecida.

Presionar su entrepierna verificando el volumen, acercar la cara para recrearse en la dureza de su virilidad, oprimir los testículos con sensible tersura. La erección de los pezones de ambos mostraba la ambición del apetito. Detenerse en ellos, lamerlos, morderlos con la suavidad que exige tratar tela delicada. Que sus manos rebosaran recogiendo su senos; que los dedos jugaran con el pelo de su pecho. Continuar hasta el ombligo y extender boca y lengua sobre su puntal, morder los labios de su vagina. Excitarse hasta necesitar de nuevo beber en el paladar del otro, y volver a retomar el juego de enredarse para alimentar una sola savia. Abrir las piernas y besar muslos en un intento de frenar el momento del progreso de sus talles.

Admirarse una vez mas, … sentir la cadencia de ambas caderas en una danza de dos, acompañada de los jadeos de ella.

Descansar sin dejar de intercambiar caricias o que vuelva el aliento. Sellar otra vez pieles y beber el maná que brota violentamente.  Aplacar el calor que surge del interior. Sosegarse de tanta revuelta.

Y entonces,volver a vestirse para retomar la rutina. Despedirse con un beso y un "hasta luego". Esperando la próxima ocasión.

Feliz verano.

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