El hombre es animal de rutinas. Rutinas que necesitan de
previsiones certeras y ciertas. Que puedan asegurar que la marcha de las cosas
no se alterarán más allá de un arco razonable, y por tanto manejable, que evite
las sorpresas desagradables y afirme la necesidad de encontrarnos en un entorno
seguro y acogedor (“nada como en casa”).
De entre los análisis predictivos, tal vez los más comunes
son los del tiempo atmosférico, que nos hacen llegar a través de la televisión
o la radio. Y entre ellos, por educación, al que mas unión sentimental ofrezco,
es al de las Cabañuelas.
Método utilizado por los hombres de campo, y según el cual
confiaban desde el tiempo de la siembra hasta el de la siega, se basa en la
observación de las formas de las nubes, dirección del viento, características
del Sol, la Luna, las estrellas, la niebla, el rocío de la mañana, el arco iris
o el granizo, durante los primeros 24 días de agosto de cada año y así pronosticar
qué tiempo será el que se disfrutará en los próximos doce meses, siendo los
primeros doce días pronósticos de los meses en orden numérico ascendente (1=enero;
2=febrero, etc.) y los segundo doce días, pronostica los meses en orden
numérico descendente (13=diciembre; 14=noviembre; etc.).
Uso antiquísimo, me llama la atención el anhelo desde
tiempos remotos de conocer el futuro en todos sus aspectos para poder establecer
el comportamiento a seguir; tal vez haya sido la falta de predicción en el
estallido de la crisis económica el factor mas desestabilizante de la recesión:
la falta de patrones para reaccionar a tiempo y procurar éxito en la
respuesta.
Las personas de mas de 40 años, jóvenes todavía, en el paro, además de
encontrarse con dificultades para proseguir con el desarrollo de una vida
iniciada ya con pareja e hijos, se enfrentan con la incertidumbre de no estar
preparadas para una situación desconocida en casi 75 años, período de tiempo
suficiente para grabar en el colectivo una forma de actuación ordinaria. De ahí
la importancia del “reinventarse” o arriesgar en otros escenarios, abandonando
el que nos resulta más protegido por su proximidad.
Evidentemente, la falta de fiabilidad del procedimiento descrito
acerca del tiempo atmosférico es, total, pero no por ello dejo de enredarme en
el juego y llenar mis días estivales con algo más que la lectura y el abandono
total al dolce far niente. E informo:
nos espera un 2015 cálido como pocos y de sequía pronunciada. Novedad, si no
fuera porque vivimos en un país mediterráneo, y años como éstos son cíclicos en
nuestra meteorología.
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