Ortega y Gasset escribió en 1929 la Rebelión de las masas.
En este libro, se analizan diversos fenómenos sociales, entre ellos la llegada
de las masas al pleno poderío social, punto de partida para exponer lo que pasa
a denominar el hombre-masa. Este
hombre-masa se caracterizaba por la libre expansión de deseos vitales y su
radical ingratitud hacia cuanto hacia posible su existencia. Se preocupaba por
su único bienestar, mostrando psicología de niño mimado.
Si este esquema de comportamiento ha sido el imperante
durante cerca de ochenta años, hoy en día, nuestra sociedad está conformada por
individuos con un muy distinto corte: conscientes de la propia realidad, son
solidarios con las causas mas desfavorecidas, y si bien existen los “ni-ni”,
pura expresión del hedonismo, es indudable el reclamo cada vez mayor de
protagonismo en las decisiones que afectan a la cosa pública y la conciencia de
que esta participación puede hacer cambiar el orden establecido. También hay
que apuntar la revolución en el acceso, creación de la información y
distribución de la misma.
Es, en este contexto, en el que se va a producir la asunción
de un nuevo rey. Y la forma en la que lo haga, determinante para acallar o
ensalzar a los partidarios de la III República.
Cualquier estudiante de historia puede relatar el poco éxito
de las Repúblicas en España, pero no por ello hay que subestimar a aquella
parte de la opinión pública que convoca su derecho a ser escuchada, sobre todo
porque están demostrando agilidad en las convocatorias (,.. en un ascenso cada
vez mayor de la “sociedad de la opinión”) y gran capacidad de movilización, con
lo que ello supone de “agitación de conciencias”.
Si cada cuatro años mi voto puede decidir quién deseo me
gobierne y decida por mí, parece lícito que me pregunten acerca de qué
organización del Estado deseo aprovechando el “cambio de ciclo”. Que pueda opinar como ciudadana educada en la
igualdad ante la ley y oportunidades para todos. Es evidente que no se puede ignorar
este sentimiento, y que de su gestión dependerá el transcurso de los
acontecimientos.
En este sentido el aforamiento del actual Rey puede elevar
la temperatura de la discordia. Entiendo que su inviolabilidad se relaciona
directamente con el ejercicio de sus funciones como Jefe de Estado. Una vez
acabada la función, se acaba la especial protección. Ha muerto el Rey. Viva el Rey.
Propondría un referéndum para resolver de una vez por todas
la cuestión. Y me gustaría que se resolviera con la fórmula constitucional en
vigor, aunque soy consciente de que el gasto derivado de la consulta lo hace
poco probable dada la situación actual. Somos un pueblo que acepta bien la
“auctoritas”, y menos la “potestas".
Que no entienda Felipe VI que una vez refrendado su trono en
las urnas pudiera hacer con él lo que le venga en gana. No voy a consentirle
ningún elefante o princesa coja de realeza. Tampoco gastos en fastos
innecesarios o de difícil justificación. La ley de transparencia sobre el gasto
de la Casa Real debería llegar incluso antes de su coronación a modo de
declaración de intenciones. La mujer del César no solo debe ser honesta, sino
parecerlo.
Queda por estudiar si el momento es el adecuado: tras unas
elecciones con cierto resurgir de la izquierda, lo que siempre pudiera sugerir
la resurrección de fantasmas del pasado; si no está todo resultando muy
apresurado, sin contemplar capacidad de reacción.
Buen fín de semana.
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