viernes, 6 de junio de 2014

Monarquia vs. República

Ortega y Gasset escribió en 1929 la Rebelión de las masas. En este libro, se analizan diversos fenómenos sociales, entre ellos la llegada de las masas al pleno poderío social, punto de partida para exponer lo que pasa a denominar el hombre-masa.  Este hombre-masa se caracterizaba por la libre expansión de deseos vitales y su radical ingratitud hacia cuanto hacia posible su existencia. Se preocupaba por su único bienestar, mostrando psicología de niño mimado.

Si este esquema de comportamiento ha sido el imperante durante cerca de ochenta años, hoy en día, nuestra sociedad está conformada por individuos con un muy distinto corte: conscientes de la propia realidad, son solidarios con las causas mas desfavorecidas, y si bien existen los “ni-ni”, pura expresión del hedonismo, es indudable el reclamo cada vez mayor de protagonismo en las decisiones que afectan a la cosa pública y la conciencia de que esta participación puede hacer cambiar el orden establecido. También hay que apuntar la revolución en el acceso, creación de la información y distribución de la misma.

Es, en este contexto, en el que se va a producir la asunción de un nuevo rey. Y la forma en la que lo haga, determinante para acallar o ensalzar a los partidarios de la III República.

Cualquier estudiante de historia puede relatar el poco éxito de las Repúblicas en España, pero no por ello hay que subestimar a aquella parte de la opinión pública que convoca su derecho a ser escuchada, sobre todo porque están demostrando agilidad en las convocatorias (,.. en un ascenso cada vez mayor de la “sociedad de la opinión”) y gran capacidad de movilización, con lo que ello supone de “agitación de conciencias”.

Si cada cuatro años mi voto puede decidir quién deseo me gobierne y decida por mí, parece lícito que me pregunten acerca de qué organización del Estado deseo aprovechando el “cambio de ciclo”.  Que pueda opinar como ciudadana educada en la igualdad ante la ley y oportunidades para todos. Es evidente que no se puede ignorar este sentimiento, y que de su gestión dependerá el transcurso de los acontecimientos.

En este sentido el aforamiento del actual Rey puede elevar la temperatura de la discordia. Entiendo que su inviolabilidad se relaciona directamente con el ejercicio de sus funciones como Jefe de Estado. Una vez acabada la función, se acaba la especial protección. Ha muerto el Rey. Viva el Rey.

Propondría un referéndum para resolver de una vez por todas la cuestión. Y me gustaría que se resolviera con la fórmula constitucional en vigor, aunque soy consciente de que el gasto derivado de la consulta lo hace poco probable dada la situación actual. Somos un pueblo que acepta bien la “auctoritas”, y menos la “potestas".

Que no entienda Felipe VI que una vez refrendado su trono en las urnas pudiera hacer con él lo que le venga en gana. No voy a consentirle ningún elefante o princesa coja de realeza. Tampoco gastos en fastos innecesarios o de difícil justificación. La ley de transparencia sobre el gasto de la Casa Real debería llegar incluso antes de su coronación a modo de declaración de intenciones. La mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo.

Queda por estudiar si el momento es el adecuado: tras unas elecciones con cierto resurgir de la izquierda, lo que siempre pudiera sugerir la resurrección de fantasmas del pasado; si no está todo resultando muy apresurado, sin contemplar capacidad de reacción.

Como conclusión, solo puedo decir que una monarquía del siglo XXI pasa no solo por el salto generacional, también conceptual.

Buen fín de semana.

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