Mucho se ha escrito, con lo que no pretendo decir demasiado.
Todo el mundo sabe de la crueldad que desplegó y de la eficacia de su
resultado.
Pocos conocen la vida privada de los soldados miembros de
esta unidad, voluntarios destinados en España, a los que incluso se les
organizaba burdeles, al mas puro estilo Pantaleón
y las Visitadoras(*), para que no echaran de menos las posibilidades a las que
podrían acceder de estar prestando servicio en su país, y sobre
todo, no fuera que perdieran ardor guerrero por no poder aliviar otro tipo de
fogosidad mas cotidiana (**).
Siempre me han llamado la atención las máquinas de logística que
despliega la guerra, en un intento por normalizar una actividad de rotura y
altamente desestabilizadora. El esfuerzo por humanizar lo inhumanizable. El
gran número de recursos que se desvían para hacer el “trabajo” mas llevadero a
los hombres y mujeres trasladados por ella. No debe ser fácil convivir con la
muerte, ni tampoco sobrevivir a experiencia tan desgarradora.
Si se ha avanzado en el campo táctico de los conflictos, no lo hemos hecho tanto en la valoración que se hace de la vida humana. Dependiendo del bando en el que
se esté, se estima de una u otra forma. No
es lo mismo un muerto noruego que un filipino. Mientras al nórdico le
acompañarán periódicos, minutos en televisión y hasta una posible pensión para
sus familiares en reconocimiento de servicios prestados, al asiático, la solitaria
memoria de sus mas allegados.
La percepción humana está basada en el egoísmo. En su
instinto de conservación. El mismo que alimenta a los grupos sociales a
colaborar para así procurarse el mejor beneficio. Si es que hay beneficio.
Llegados hasta aquí me topo con la noticia de que la falta
de apoyo económico frena el desarrollo de los tratamientos descubiertos para la
erradicación del Ébola. Al parecer, la
calidad de los pacientes, escurridos sudafricanos, no proporciona rentabilidad.
Al menos nuestro país supo ofrecer un provecho a los
germanos, aunque fuera en forma de ratas de laboratorio. Para todo hay niveles.
(*) Vargas Llosa (1973)
(**) Alfonso Rincón Serrano “Flores de guerra: La odisea de la guerra que
no me contaron”
Para más información:
http://www.20minutos.es/noticia/2106358/0/ebola/epidemia/claves/
No hay comentarios:
Publicar un comentario