miércoles, 9 de abril de 2014

Legion Cóndor

Mucho se ha escrito, con lo que no pretendo decir demasiado. Todo el mundo sabe de la crueldad que desplegó y de la eficacia de su resultado.

Pocos conocen la vida privada de los soldados miembros de esta unidad, voluntarios destinados en España, a los que incluso se les organizaba burdeles, al mas puro estilo Pantaleón y las Visitadoras(*), para que no echaran de menos las posibilidades a las que podrían acceder de estar prestando servicio en su país, y sobre todo, no fuera que perdieran ardor guerrero por no poder aliviar otro tipo de fogosidad mas cotidiana (**).

Siempre me han llamado la atención las máquinas de logística que despliega la guerra, en un intento por normalizar una actividad de rotura y altamente desestabilizadora. El esfuerzo por humanizar lo inhumanizable. El gran número de recursos que se desvían para hacer el “trabajo” mas llevadero a los hombres y mujeres trasladados por ella. No debe ser fácil convivir con la muerte, ni tampoco sobrevivir a experiencia tan desgarradora.

Si se ha avanzado en el campo táctico de los conflictos, no lo hemos hecho tanto en la valoración que se hace de la vida humana. Dependiendo del bando en el que se esté, se estima de una u otra forma.  No es lo mismo un muerto noruego que un filipino. Mientras al nórdico le acompañarán periódicos, minutos en televisión y hasta una posible pensión para sus familiares en reconocimiento de servicios prestados, al asiático, la solitaria memoria de sus mas allegados.

La percepción humana está basada en el egoísmo. En su instinto de conservación. El mismo que alimenta a los grupos sociales a colaborar para así procurarse el mejor beneficio. Si es que hay beneficio.

Llegados hasta aquí me topo con la noticia de que la falta de apoyo económico frena el desarrollo de los tratamientos descubiertos para la erradicación del Ébola.  Al parecer, la calidad de los pacientes, escurridos sudafricanos, no proporciona rentabilidad.

Al menos nuestro país supo ofrecer un provecho a los germanos, aunque fuera en forma de ratas de laboratorio.  Para todo hay niveles.

(*) Vargas Llosa (1973)
(**) Alfonso Rincón Serrano  “Flores de guerra: La odisea de la guerra que no me contaron”  

Para más información:

http://www.20minutos.es/noticia/2106358/0/ebola/epidemia/claves/

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