martes, 25 de marzo de 2014

Crimea, gas natural, Europa y Rusia.

Que la mayor revolución de nuestro tiempo está teniendo en el campo de la comunicación  es ya un hecho constatado. Que la comunicación, de cualquier tipo, en general, es esencial para desarrollar operaciones con éxito, también.

En este contexto de explicación, entendemos el proyecto de construcción de un puente sobre el estrecho de Kerch por Rusia, estrecho que separa la península de Crimea de la Nación Blanca , forma de asegurarse la plena correspondencia con su nueva incorporación , de incentivar los intercambios que hasta hoy en día se hacían en transbordador (en la cantidad de dos diarios) y posicionarse en su salida al Mar Negro y por ende, al Mediterráneo.





Con la anexión de Crimea, Ucrania ha salvado su independencia.

Con el apoyo de Europa, que es lo mismo que decir los Estados Unidos, Rusia no se atreverá a poner un pie en el curso final del Dnieper. Entre otras cosas, porque tiene conflictos territoriales nacionalistas mas importantes que resolver para lograr de una vez su identidad nacional redibujada tras la caída de la URSS.

La baza del gas ya no parece una amenaza seria. Las sanciones económicas que pueden recaer sobre la Federación Rusa, altamente dependiente de las exportaciones de este combustible hacia la Unión Europea, actúan de muro de contención ante la posibilidad de un conflicto armado. 

A nadie le interesa una nueva guerra. O al menos en escenario europeo. La Comunidad Internacional  acabará aceptando la invasión de facto, refrendada al fin y al cabo, por las urnas. Ucrania podrá negociar de forma mas extensa su relación con el gobierno de Bruselas. El clima en el mundo de las Relaciones Internacionales se tensará. Se sucederán más crisis: tal es el juego en la disputa del poder.
                           
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