Como madre me enfrento todos los días a la lucha titánica de
educar a mis hijos. Titánica porque soy consciente de que ando modulando los valores
que cimentarán su vida futura, y lucha porque me enfrento a dos personitas, que
como únicas que son, tienen su propias ideas
de cómo hacer las cosas.
Utilizo el método del hilo de pesca. Doy carrete para
ofrecer la confianza necesaria, y recojo
cuando veo que por cansancio la pieza
empieza a claudicar. A veces pierdo en
el enfrentamiento, pero entonces repito la acción, cambio la palomilla y espero con la
paciencia que solo derrochamos los padres,
a que sintonicen con mi forma de ver las cosas.
Otras veces, ni hilo de pesca, ni carrete, ni murgas varias.
Sacó al Superior prusiano, y “aquí se hace lo que mando yo”. Pero entonces, siempre me quedo con el interrogante
de si no habré sido demasiado brusca, demasiado violenta, escasamente
dialogante.
Hoy en día, educar se está convirtiendo en una tarea
complicada. Creo que la generación de mis padres lo tenía mas fácil. Los niños no accedían al mundo de la
comunicación como lo hacen ahora, no teníamos tantas “cosas”. Tampoco los padres tenían tanto conocimiento
para acabar haciéndolo bien. Y sin
embargo, se fracasa. Me espanta pensar la
posibilidad de no hacer de ellos mujer y hombre de provecho. Así que, en ello estoy.
Me imagino que con el tiempo tendrán la suficiente confianza
en sí mismos para tomar sus decisiones. Erradas o no. Y para entonces, yo
tendré que dar por finalizado mi trabajo. Solo espero que cuenten conmigo cuando no estén seguros de cómo avanzar.
A mis hijos.
A mis hijos.
Buen fin de semana.
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