Escucho todos los días una de las innumerables mesas de
discusión que intentan convocar reacciones al comportamiento de los que se dedican a gobernarnos.
Una vez mas el tema
económico se volvió a imponer en el tablero de la actualidad. Se discutía el
incremento del I.V.A. en los alimentos y cómo repercutiría en la recaudación del Estado. Uno de los contertulios utilizó la expresión
“retoque fiscal”.
Asombra el uso del término en el entorno de calamidad contable
que vivimos.
Un retoque es la acción que acaba a otra, o bien el arreglo de los daños que ha sufrido una obra para reconstruirla; en último lugar, un
apaño. Siempre algo pequeño, una fruslería,
un mínimo para que todo acabe por encajar y que resulte “habitable”.
Llevamos un largo historial de ñapas, unas acertadas y
otras menos. Y no siempre de las dimensiones adecuadas. Lo
malo de ésto es que recaen en una población que no entiende por qué al menos, uno
de estos remiendos , siempre para achicar la pieza, no recae en las entidades financieras. No se acaba de entender como para salvar el barco no aflojamos peso con las piezas grandes.
En este entorno se entienden las manifestaciones, marchas, protestas
por parte de los ciudadanos, protagonistas del recorte y víctimas de maniobras
para enmascarar autorías en la faena.
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